NO A LOS HIPERPADRES (3)
Relajar las expectativas
Para cualquier familia, la crianza de los hijos requiere un gran esfuerzo, sobre todo económico. Así que aspirar a criar hijos perfectos agrega una presión adicional, y la competencia entre padres puede volverse feroz. Alcanzar la perfección es caro, por definición, y los padres se convierten en administradores de sus hijos. Suele ir enlazada a la hiperocupación, En base a unos neuromitos, como el que dice que si no lo hace de 0 a 3 este niño no va a llegar a ningún sitio, nunca será violinista o futbolista, los estamos poniendo a hacer actividades extraescolares muy precozmente y demasiadas. Les estamos quitando un patrimonio exclusivo de ellos: el tiempo para jugar.
Soltémoslos un poco y que comiencen a adquirir responsabilidades. Empecemos porque lleven su propia mochila. Es un pequeño modo en educar en una habilidad como es la responsabilidad y la autonomía.
Los niños son capaces de hacerse su cama, organizarse su agenda. Otro recurso inteligente en este sentido es evitar preguntarles todo a ellos. Hay cuestiones que no están en condiciones de decidir como a qué hora deben irse a dormir o cuándo tomar un medicamento. No se van a traumar porque reciban un “no”. Tenemos que confiar en ellos. Ellos necesitan que lo hagamos.
NO A LOS HIPERPADRES (2)
Cuando la sobreprotección genera “niños/as incapaces”
La “Hiperpaternidad” es una crianza basada en una atención excesiva a los hijos. El niño más que nunca es el rey de la casa, sabe que se le da todo. Y los padres están supeditados a los deseos del niño. Los hiperpadres resuelven sistemáticamente cosas que los hijos podrían hacer por ellos mismos. “Se nos ha hecho creer hoy en día que para ser buenos padres tenemos que resolver por sistema los problemas de los hijos e incluso nos tenemos que anticipar a sus dificultades, lo que produce un cierto estrés en los vínculos familiares. Todo este accionar es con buena intención, pero en este proceso estamos invadiendo la capacidad de adquirir autonomía de los niños. Hacer las cosas por ellos es un modo de indicarles que no pueden.
Sobreproteger de ninguna manera garantiza la felicidad del niño, que se supone que es el objetivo principal de este tipo de crianza. Si haces todo por tu hijo, si resuelves todos sus problemas, si les allanas el camino todos los días, entonces les estás enviando un mensaje claro: no puedes hacer nada sin mí, eres débil y no eres capaz de superar los desafíos a los que te enfrentas”. Hoy el niño se ha convertido en “intocable”. Nadie puede observar nada del niño. Los padres funcionan como los guardianes de esa condición impoluta. El padre es un guardaespaldas que protege al hijo de todos los miedos, porque el mantra de la paternidad actual es que el niño no se traume.
Frente a esto se maquillan situaciones para ocultar temores. Pero los recursos que les estamos quitando históricamente nos salvaron la vida como especie. Como padres no tenemos que sobreproteger, sino ayudar a los hijos a enfrentarse a esos miedos.
Una de las características de la era de los hiperpadres es que consideran que el niño nunca se equivoca, nunca hace nada mal. Si se porta fatal es que ha tenido un mal día, es que el profesor no sabe entenderlo o que el niño tiene una baja tolerancia a la frustración, como si esto fuera una enfermedad crónica frente a la cual no se puede hacer nada. Es imposible adaptarse a las necesidades de cada alumno, y menos cuando todos quieren ser los primeros, recibir una atención personalizada. Los profesores se quejan de que el primer “no” que escuchan algunos alumnos se da cuando empiezan la escuela. Es allí donde se enseña a los niños a hacer todo por sí mismos y luego, cuando se van, los padres que esperan afuera cargan automáticamente sus mochilas.
NO A LOS HIPERPADRES
Mamás y Papás de “manual” o cuando todo debe ser perfecto
En este siglo, la mayoría de las familias han convertido a los hijos en el eje alrededor del cual gira toda su realidad. Y dispuestos a “darles todo” y a conseguir unos hijos perfectos, orbitan los hiperpadres o “padres helicóptero”, que ejercen una crianza basada en estar siempre encima de ellos, anticipándose a sus deseos y resolviéndoles todos sus problemas.
Un cóctel con ingredientes como la estimulación precoz, las agendas repletas, la tolerancia cero a la frustración y los enfrentamientos con los maestros que osen cuestionar las maravillas del pequeño. Aunque ejercida con la mejor intención, la hiperpaternidad se está llevando por delante aspectos tan vitales en el desarrollo como la adquisición de autonomía, la capacidad de esfuerzo y el tiempo para jugar. También provoca familias estresadas y niños tan sobreprotegidos que, irónicamente, tienen más miedos que nunca.
Tal como ocurre con muchas tendencias, esta también proviene de EEUU. Es un estilo de crianza en el que los hijos son el centro máximo de atención de sus progenitores, en el que los niños reciben una atención casi obsesiva por parte de sus mayores. Esto produce una presión intensa para unos y otros. Para los adultos es una manera muy estresante de enfrentar la crianza, para los niños hay una especie de inacción general y placer en aquello de conseguir todo lo que desean o que les resuelvan sus conflictos. Es momentáneamente fácil para ellos. Es muy aterrador para el futuro, cuando sea hora de que se enfrenten al mundo sin papá y mamá.
Sería muy complejo pensar que un niño que está en formación haga todo bien. El modo de aprender es la prueba y el error. ¿Cómo van a construir su saber si no se equivocan?
Los tiempos han cambiado, pero eso no significa que algunas de las herramientas del pasado no puedan utilizarse también hoy. Los adultos, además de padres, son maestros. Existe una tendencia a confundir autoridad con autoritarismo, por lo que cualquier desacuerdo en casa, en la escuela o en el patio de recreo se ve como un ataque.
Hemos pasado del culto a los ancestros al culto al descendiente.
NIÑOS CON ALTAS CAPACIDADES, ¿qué hacer?
Entre un 2 y un 5% de los niños en proceso educativo son o se consideran de altas capacidades. Esta franja de porcentajes nos indica la relatividad de los datos estadísticos en este tema.
Más allá del IQ (coeficiente intelectual) que fue de relevante importancia hace años, no existe un conjunto de pruebas normalizadas que puedan aplicarse masivamente y con resultados fiables.
Es importante diferenciar la existencia de un talento determinado, en una área específica de niños que presentan un grado de comprensión y aprendizaje en cualquier tema con evidente diferencia con respecto a la media de sus contemporáneos.
Generalmente, esta característica que lo hace descollar en la escuela, es una de las primeras señales que mueven a sus padres en busca de una opinión profesional.
Una vez determinado que el niño en cuestión presenta estas capacidades debe instrumentarse el protocolo existente sobre su proceso educativo, o de ser posible, incorporarlo a una escuela para alto rendimiento.
Un dato a tener muy en cuenta es la repercusión que tiene esta condición en el niño, en su emocionalidad, las relaciones con su entorno, ya que generalmente, esta capacidad es acompañada por un grado de sensibilidad emocional alto, especialmente perceptivo e influenciable por el trato que recibe y el tipo de relación con sus compañeros y profesores.
En algunas ocasiones, son objeto de burlas y agresiones por, supuestamente, demostrar una gran diferencia intelectual con sus iguales, esta situación los lleva a veces a disminuir su rendimiento escolar voluntariamente, para evitar agresiones.
Ha de tenerse presente que más allá de sus capacidades, es un niño y debe ser tratado respetando el nivel madurativo social y afectivo que le corresponde, las mayores o menores capacidades pueden influir en este aspecto o no, lo aconsejable es seguir tratando a nuestro hijo como tal, sin cambios provenientes de su ventajosa condición, que le será útil y gratificante si la encauzamos adecuadamente.
¿Ayudar en las tareas escolares, o no?
Desde los inicios de la escolaridad más temprana, se agrega a las oportunidades de interacción padres-hijo, el cumplimiento de las tareas solicitadas por los educadores para realizar en la casa o el terminar aquellas que no se completaron en el colegio.
En un principio serán actividades semejantes a juegos y aumentarán en complejidad, con el paso de los años, incluyendo preparar temas, dosieres, maquetas, una diversidad de demandas que muchas veces superan el arsenal intelectual de los padres o son demandados en tiempos de descanso de una jornada laboral intensa, o en un día de mala disposición para estas actividades, por innumerables motivos posibles.
Lo cierto es que según y cómo abordemos esta actividad desde muy al inicio de la escolaridad y el grado de autonomía que estimulemos o no en nuestro hijo, a lo largo de los años nos iremos convirtiendo en ocasionales y valiosos consultados, disfrutando así de ver su creciente autonomía de pensamiento, ejecución y desarrollo de sus potencialidades en esta fundamental área de su crecimiento.
Si ayudamos excesivamente, reducimos su rol a simple escriba de lo que les dictamos o terminamos haciendo las tareas nosotros mismos, con nuestra grafía, disimulada o no, mientras el verdadero responsable pasa a ser un simple testigo que ni atiene, ni entiende, ni aprende.
Su dependencia a nuestra ayuda, será total y progresivamente dejará de actualizar agenda, de prestar atención en clase, de rellenar la libreta correspondiente y los padres tomarán a su cargo estas obligaciones, se comunicarán con otros semejantes en la misma lucha y habrá permanentes consultas respecto a las tareas solicitadas, las fechas de entrega, etc.
Prontamente, se convertirá en motivo de discusión diario que se ocupe de sus obligaciones en lugar de sumergirse en la pantalla de turno, con tiempos ilimitados.
A pesar de nuestras amenazas, respecto a no ayudarlo, no reacciona, pues sabe que a último momento cederemos y lo “salvaremos” una vez más.
En poco tiempo los docentes advierten este cambio de ejecutor, advierten a los padres y reciben argumentos varios, que justifican la imposibilidad del alumno, con excusas pueriles.
En resumen: Relevar de sus obligaciones o ayudar excesivamente a nuestros hijos, posterga su maduración, el ejercicio de la responsabilidad, la necesaria autonomía, el desarrollo de su inteligencia en general y de su intelecto, lo desmotiva y aumenta su frustración al percibirse con poca autoestima y muchas inseguridades.
Aferramiento...4
Debe quedar en claro que de ninguna forma se ignora ni niega la existencia de este tipo de alteraciones funcionales, aún de indefinida etiología en su mayoría.
Pero con la misma firmeza se alerta sobre la posibilidad de que este sobredimensionado y perjudicial vínculo sea el inicio de un camino que llevara a un “diagnóstico presuntivo”
la consecuente medicación y la inclusión del niño en la llamada “educación especial” que es necesaria y beneficiosa sin dudas en quienes presentan reales alteraciones, pero solo agravará el cuadro en caso de equivocar el camino e incluir a estos niños víctimas y victimarios del “aferramiento o apoderamiento” que por ser mutuo en su dinámica, se realimenta permanentemente. Adquiriendo dimensiones, en término de secuelas, condicionantes del futuro del niño y el presente de la madre.
De lo desarrollado hasta aquí, se desprende la fundamental importancia de la más temprana aplicación de este protocolo, esto condiciona el mejor resultado en términos de replantear una relación saludable entre madre e hijo, reencontrar el placer de ejercerla y que recuperen ambos sus propios espacios y tiempos.
El hijo debe adquirir y desarrollar su autonomía de vida, adecuada a la edad. Esto le permitirá mejorar autoestima, ampliar el círculo social y comenzar a equilibrar sus aptitudes emocionales, controlar sus reacciones, encontrar el placer del reconocimiento en los avances de todo tipo. Crecer sanamente como persona. La madre para tener un grado de privacidad que le permita ocuparse, sobre todo de si misma, de sus intereses, preferencias y gratificaciones.
Aferramiento...3
Se relaciona con su madre en una ambivalencia perniciosa. Depende de ella totalmente, no toma cuenta de ninguna obligación o conducta social positiva. No tiene iniciativas aplicadas al campo educativo, lúdico o cotidiano, todos sus actos, gestos, emociones y sentimientos están focalizados en asegurar la máxima cercanía con su madre y lejos de ella solo manifiesta aislamiento, rebeldía, agresividad e hiperactividad, en una clara intención de asegurar la atención de los demás en su persona aun a costa de que sea negativa.
Con el correr de los años, veremos a púberes que agreden físicamente a su madre, entre otras personas, frecuentemente con enuresis nocturna. Tratan displicentemente a una madre que tolera casi naturalmente ese trato. Los límites no existen, los castigos no se cumplen, Sin consecuencias.
En este punto estamos peligrosamente cerca de eventuales rótulos de espectro TDA, como justificación a semejante estado de cosas.
Frecuentemente medicados bajo esta condición, solo servirá para “legitimar” la más incondicional entrega de la madre a continuar en su tarea.
Estos niños elaboran estrategias, algunas particularmente complejas, para mantener esta relación de mutua dependencia al mismo tiempo alienante para ambos.
Con frecuencia manifiestan verbal y físicamente agresividad hacia su madre, al mismo tiempo son incapaces de valerse por si mismos para ninguna actividad.
La escolaridad en esta situación es impracticable y los rendimientos bajos o nulos así lo confirman, ésta realidad refuerza la presunción de un retardo madurativo, dificultad de aprendizaje o alguno de los tipos de TDA.
Apoderamiento o Aferramiento (2)
A lo largo del interrogatorio de primera entrevista, si se profundiza en la dirección correcta, aparecerán temores, inseguridades, respecto a que su hijo pueda padecer algún tipo de desorden o patología que “no le encuentran”. En esta convicción acude a diferentes especialistas buscando una respuesta que confirme sus explicaciones. Reconoce que, según la edad del niño, ni siquiera puede ir sola al lavabo, no tiene vida social de ningún tipo, ni deja a su hijo al cuidado de nadie, ni siquiera para salir a caminar sola unos minutos. En poco tiempo reconoce que esta situación se agrava en relación directa al crecimiento de su hijo a quien con frecuencia debe llevar en brazos, aun cuando es evidente que está en condiciones de caminar normalmente, le da de comer en la boca, aun cuando puede hacerlo solo, duerme con él, aun teniendo su propia cama. Ya en edad escolar, es ella quien prepara la mochila, quien la porta todo el tiempo, quien hace las tareas, quien consuela a su hijo denostando a compañeros y docentes que en su percepción “lo agreden o lo burlan”.
En las entrevistas se la aprecia alerta permanentemente a los movimientos del niño, anticipándose a la supuesta sed que no ha manifestado, dándole de beber o determinando que debe orinar aunque el niño se niegue. Es evidente un estado de agotamiento y estrés sobrellevado por mucho tiempo y con frecuencia se queja de no recibir colaboración de nadie de su entorno, incluida la eventual pareja. Al ampliarse a otros integrantes del grupo familiar o social primario, el examen, dejan en claro que no acepta ninguna ayuda, desconfía de la capacidad de todos para “comprender a su hijo” como ella lo hace. Frecuentemente expresa conflictos emocionales, afectivos, laborales que son consecuencia y causa de su aislamiento en la tarea excluyente de “criar” al niño.
Hijo: Según la edad en la que se encuentre, presentará los más diversos comportamientos negativos hacia él, en términos de ser aislado por sus compañeros o familiares a consecuencia de percibir el mundo que lo rodea como de su exclusiva incumbencia y obligado a acceder a todos sus “mandatos” de la más diversa índole.