CUADRO DE SITUACIÓN (6)
Estudiantes y peores compañeros, ante la pasividad de las autoridades del establecimiento, se gestan conflictos que por su escalada y permanencia, terminan resolviéndose en forma de agresiones físicas de extrema gravedad, que siempre tienen como víctimas a aquellos más pequeños o débiles y deberá suceder esto para que las autoridades de turno ”tomen cartas en el asunto”, seguramente la “oportuna intervención” dará como resultado el desplazamiento del agredido, la permanencia del grupo, y así seguimos.
Se recrea en las habituales riñas que ritualmente se cumplen a la salida de los locales de baile, en los espectáculos públicos, en los accidentes de tránsito, donde además de matar o ser muertos, nuestros hijos abandonan o son abandonados como víctimas o victimarios, sabedores, convencidos, que como padres solo procuraremos evitar la sanción legal, consecuente, brindándoles otra inolvidable lección de vida, de aquella forma de vida que criticamos en las conductas ajenas, desnudando impúdicamente la dualidad de nuestro mensaje y nuestra conducta, enseñamos falsedad, mentira y argucias, enseñamos impunidad corrupción e inmoralidad. Todo aquello que criticamos en discursos grandilocuentes cuando de opinar de los demás se trata.
A no dudar, estos dobles mensajes, estas actitudes maniqueas, cosecharan consecuencias que aseguren la continuidad y profundización del cotidiano ejercicio de contravalores y que seguramente en algún momento nos hará sufrir las consecuencias de lo sembrado.
No debe asombrarnos de forma alguna, el cúmulo de incidentes de mayor o menor gravedad que año a año se incrementan en intensidad y numero, tampoco en este aspecto, las autoridades educativas han conseguido elaborar una propuesta coherente que ponga límites al desorden y la violencia, lamentablemente todos fruto de la improvisación, apresuradas consecuencias de los hechos, nunca preventivas medidas que los eviten.
Suponemos, desde una lógica enferma de ingenuidad, que quienes deciden las cuestiones de la Educación, saben de qué se trata.
Debería avergonzarnos tanta ingenuidad, no solo exhiben la más olímpica ignorancia, sino que además detentan la más irritante soberbia, ante todo aporte, crítica u opinión que se intente brindar, muchas veces desde trayectorias y experiencias en el tema, que los empequeñecen como funcionarios. A riesgo de ser obvio, debo mencionar la inútil inmolación de vocaciones, de aquellos docentes que desde el mismo sistema, han intentado, denunciar este cúmulo de desastres o llevar adelante propuestas pedagógicas de avanzada, aunque más no fuera en el reducido espacio de sus cursos.
El sistema defensivo de la burocracia educativa, funciona con asombrosa eficiencia y velocidad y de esta manera se desembaraza prontamente del osado, de aquel que se ha atrevido a cuestionar el orden impuesto.
Y este breve resumen de la realidad educativa en los niveles preuniversitarios, transcurre cotidianamente.
Cada día, los docentes confirman su empecinamiento en ejecutar aquello en lo que no creen, la vocación por la enseñanza que en algún momento de sus vidas determino un camino profesional, se encuentra bien guardada, a salvo de los reproches de conciencia.
Cada día los alumnos aportan su granito de frustración y rebeldía, ante saberes, procederes y ejemplos, que sin saber aún bien porque, intuyen que no están bien, que carecen de bases sólidas, que no son veraces ni suficientes, que la mediocridad y la improvisación los hace sentir tratados como seres inferiores, cuando no como elementos.
Eso sí parejos, lo más uniformemente parejos posible, esa uniformidad que permite el mejor manejo, el mejor control.
Cada día los padres, permiten la prosecución de este estado de cosas, cumpliendo con su obligación que termina y empieza en la puerta del Colegio, del lado de afuera, salvo para quienes son bienvenidos una vez al mes, al abonar la respectiva cuota o en cualquier momento que las autoridades determinen, para recibir en silencio, las inapelables sentencias sobre las capacidades, conductas y limitaciones de sus hijos.
Aquellos que en la vida no han tenido la fortuna de recibir algún grado de educación, sufren intensamente las opiniones que reciben, quienes tenemos algún tipo de formación que nos permite comprender lo que se nos dice y quien nos lo dice, valoramos más justamente la relativa importancia, el limitado alcance, de estos mensajes y nos limitamos a escucharlos sin replicas que por más respetuosas y fundamentadas que sean, se percibirán como gestos hostiles, y ya hemos hablado de las consecuencias, y no tenemos deseos de soportarlas, además de no tener opciones, la autoridad educativa es una sola, omnipresente y omnipotente. Lamentablemente.
¿El progreso intelectual? Allí sigue a la espera, de recuperar los años que se han perdido.